Pasaron meses y después años, el éxito de Tucurinca aportó significativamente a la proliferación de sillas tejidas en plástico que hoy satura mercados locales. Desde Mercadolibre hasta 3 esquinas en el mismo barrio de nuestra fabrica. Algunas mejores que otras, no es errado decir que la mayoría quieren ser como las nuestras. Casi todas son más baratas, muchas porque no están bien hechas, otras porque se hacen en la calles y la mayoría no aporta nada al bolsillos de la DIAN.
La calidad y la formalidad cuestan, y cada día lo siento más. Al final es un camino de responsabilidad el que escogimos, formalizando y aportando al mejoramiento de la existencia de cada uno de los que aquí trabajan.
Al principio me daba mucha rabia, ver copias de los colores, tejidos y formas que he venido macerando y recopilando en sillas y pensamiento a lo largo de este viaje. Aquí quise crear una Tucurinca diferente de las otras. A esta la llamé Mamatoco. Era una Tucurinca con lo esencial, sin tanto parapeto, “no frills”, una Tucurinca asequible que pudiera competir con los copiones.
Ese era el pensamiento detrás de Mamatoco. Tucurinca un pueblo y Mamatoco un barrio. No cualquier Barrio, el barrio donde murió Simón Bolivar. El recorrido de Mamatoco fue distinto, compitió con Tucurinca y trazo su ruta. El MoMA de Nueva York escogió Mamatoco para figurar en su tienda. Siendo así la primera pieza de mobiliario colombiano en postrarse en sus anaqueles. Por ahí Mamatoco superó a su maestro con orgullo y sin dejar atrás sus orígenes simples y coloridos. Como la propia Colorinche.
Mamatoco hoy evoluciona y se transforma. Es una silla que funciona bien en todo, digo que es más cómoda que la Tucurinca. Hoy Mamatoco se ha convertido una silla para inventar, una silla por el man de tucurinca, con estructuras de colores, tejidos sencillos y nuevas combinaciones. Llega la Mamatoco SUPER que es el mismo cuento en nuevas formas y quiero ahí las futuras exploraciones de lo que puede ser nuestra silla costeña.
Texto y fotos por Rafael Zuñiga.